La poesía, tal vez un solo de sol por los lados de la sombra

Hace unos pocos días falleció el poeta, ensayista, editor, traductor, docente, médico, Reynaldo Pérez Só (Caracas, 1945 – Valencia, Venezuela, 30 de julio de 2023)​. Estaba enterado de sus problemas de salud y sabía que era un mal grave el que padecía. Como tanta gente de la poesía venezolana e internacional lo ha expresado, soy de quienes lamentan su ausencia física, pues se trata de alguien muy destacado de nuestra literatura.

A modo de acercarme a la figura del homenaje a su persona y a su obra, creo oportuno y tengo deseos de retomar la invitación que me hiciera él para presentar su libro Solonbra (Valencia: Ediciones Poesía, 1998) en la Feria del Libro Universitario de Mérida, 1999, hace 24 años. Conservo el ejemplar que me dio en esa oportunidad con una amable y afectuosa dedicatoria. No conservo copia de lo que dije aquel día. Quizás mejor. Lo que recuerdo es que él estaba contento con el acto y sentí satisfacción por haber capoteado con cierta dignidad esa invitación sorpresiva, compleja por el texto del que se trata, y mis ocupaciones como librero que en esos días de feria se multiplicaban.

Hoy, pasados tantos años, deseo retomar la lectura de este libro que tiene un título que repica hacia lo esotérico. Me propongo leerlo y ver por dónde va ese nombre, Solonbra, en el que encuentro afinidades con Solón, sombra, soledad, soledad que nombra, nombres de la soledad, o también de un sol en la sombra. El Diccionario de la Lengua Española registra «solombra», con M, no con N, como palabra en desuso para hablar de la sombra.

En María Moliner encontramos: «solonbra. (ant.). Sombra». Desuso y antigüedad, entonces, me pregunto, ¿por qué la N?

En la solapa del libro leo unas palabras muy enteradas de lo que pasa en este poemario [organizaré por puntos el discurso de la editorial]:

  • Se trata, en estos textos, de rescatar parte de su lenguaje familiar, palabras, frases sueltas, sentimientos convertidos en el idioma particular de la familia.
  • Quizás no se ajusten a una estructura lingüística establecida, por eso ha debido apoyarse en préstamos.
  • (…) por otra parte, ha recurrido a un tipo especial de grafía en donde se siente más libre.
  • En otro sentido, Reynaldo Pérez So, no sólo ha tomado experiencias, saudades de la memoria, sino que ha buscado que el lenguaje se mantenga en una poética propia de lo que hoy siente de la escritura y la misma vida.

En una nota preliminar el autor informa lo siguiente (citaré fragmentos): «Frente a este libro me he colocado en una posición nada fácil, trabajar con una sola lengua, en dos versiones, el castellano estándar, y una forma también actual, pero cuyas resonancias remiten, quiérase o no, al siglo XV para el lector común, no así, a quienes la conocen. Traté de acercar vocablos, ideas, asociaciones. A veces, con los mismos significantes el significado variaba. Algunos textos refieren a un sinnúmero de direcciones, no solo por la construcción, sino por las palabras».

Es decir, el punto más visible es una escritura con varios niveles de lectura, con dos versiones de entrada a partir de un mismo idioma en dos períodos, si no estrictamente temporales, de seguro que lo ficcionalizan bien; que se dan la mano en su trabajo conjunto y crean una musicalidad y unos significados plurales, donde el sentido que construye el lector es quizás uno de obligado privilegio. Él lo dice en la nota cuando habla de un «tercer poema» que «pertenecería al lector».

Con lo dicho en esta nota podemos observar el énfasis en la presencia de los significantes y la variación de los significados por las combinatorias internas de aquellos, por las versiones paralelas y por la intervención en el proceso de quien construirá su poema en el acto de la lectura.

Al comienzo le daré sitio de preferencia a la versión más actual, sin dejar de oír lo que se dice en la otra, en la versión del castellano afectado por el tiempo, que habla como aparentemente se hablaba en el siglo XV. Y esto tiene lo suyo, por un lado, por lo general las versiones se hacen entre dos idiomas distintos, o la reescritura versiona en la actualidad un idioma que se habló y escribió en el pasado. Ahora bien,

  • al llevar el presente como hacia atrás, se ve que hay dos direcciones que establecen niveles de correspondencia y de separación,
  • que tal como lo dice Pérez Só, el lector tendrá una participación decisiva en cuanto al significado de esas escrituras, donde la univocidad está desterrada en la sonoridad de esas musicalidades.
  • En este ejercicio con el idioma, con la lengua, veremos surgir, como mínimo, como contraposición inevitable, dos tiempos diferentes, el actual y otro que mira hacia el pretérito con los aires de la antigüedad y el desuso.
  • A su vez, este otro marcado por el tiempo de lo que pasó, de cuando se supone que se hablaba como ya no se habla, digo, de pronto se recrea aquí la utopía de ir a una especie de lengua del origen en un ejercicio de versión hacia el pasado, que no es sólo una estrategia lingüística experimental para explorar cómo queda acá la significación de la poesía, el sentido plural de la poesía, las ventanas abiertas de lo lúdico de los poemas, sino que, a lo mejor, con esto quiere también acercarse al momento del inicio con el lenguaje, con el idioma, con las palabras, con las raíces arcanas de la lengua, aunque sean una ficción.  ¿Será?

Que este último punto sea una arbitrariedad, es posible, pero así quiero encarrilar esta lectura, escuchando de algún modo o solapándome en lo que dice la solapa por los lados de la lengua familiar, y también en cuanto a ese viaje fundamental de la poesía hacia un origen primordial, donde se configuraron voces y ecos y presencias extrañas que nos acompañarán mientras vivamos, y adonde intentamos volver continuamente en busca de un mito perdido y un enclave olvidado de la infancia.

Un cuerpo que entró en el lenguaje, un cuerpo que busca el tono de aquella música, de aquellas alharacas incomprensibles a las que se expone quien recién nace, y un cuerpo que traduce como hacia atrás lo que piensa, lo que siente, pues con el castellano al uso sabe que hay otra cosa sonando en la escritura del poema y no solo quiere darle la cara, sino darle la palabra. Su modo es este. Su ironía ante el significado de las palabras es esta, y su confianza en que no todo es un juego, o lo es y muy delicado, por lo sensible del tratamiento en ambos sentidos (ida y vuelta), y por las preguntas y las ideas que aporta esta escritura sobre el lenguaje y sobre el poema.

El primer verso habla del «tiempo del barranco», que es comenzar vía abajo, por desbarrancarse, embarrarse. Vamos a transcribir la primera estrofa:

tiempo del barranco
pronto ofrece su aliento
y renovado se vuelve
en luz
a lo que estoy mirando
y en cuerpo tiembla
pido y torno a pedir
que la vida se alce
sin amenazas contra el hombre.

Esa fuerza de barranco se convierte o el poeta la quiere convertir en luz, que esa caída no gobierne, que su aliento se vuelva luz, y el descenso encuentre una direccionalidad inversa y distinta, o sea, «que la vida se alce/ sin amenazas contra el hombre». Y es un pedir exactamente, acaso un ruego, acaso un imperativo, ¿salir del barranco, de la caída, de lo oscuro, de la muerte, de las ofensas?

Segundo párrafo, el de la confrontación de dos tiempos, de dos climas espirituales donde el tiempo de la infancia es el más diáfano y placentero:

en este momento no es el aire
                                      enrarecido
y la infancia se muestra
entre el viento que sopla y las hojas.

Tercer párrafo:

sacudida 
desde adentro hacia afuera
toques sin dolor
al momento en que la luz
más luz se hace
y debo de ver
de sentir
que la vida
se anuda a su dueño.

Hay una especie de revelación, de epifanía, y de una correspondencia que es bien referida al anudar la vida a un dueño. ¿Quién es ese dueño, y se adueña de qué? No lo sabemos. Lo cierto es que al pasar la página impar de la apertura (la 9), entramos a la doble página siguiente, del lado izquierdo, en la página par (la 10), la versión al otro castellano, elaborado con otra grafía. Por ejemplo, la primera estrofa ya citada ahora se escribe así:

biejes del bàranko
presto entrega el su
bajo i reberdesido se echa
en lus
a los mis ojos
i al mi puerpo tenbla
pido y abolto a pedir 
que la vida se empine
sin amagos kuentra el onbre

En este momento la dificultad que menciona el autor en su nota introductoria es nuestra, por la dificultad de dos tableros paralelos en una sola lectura y que son medio correspondientes y medio autónomos.

¿Por qué me interesa esta propuesta?

  • Por lo que implica en cuanto a una forma de no quedarse con lo dado.
  • Por el derecho que tiene a complejizar el terreno de la lírica.
  • Por ejercer, de hecho, una crítica a los modos al día de decir el poema.
  • Por lo que significa anudar y desanudar de un modo y de otro los versos, para que la vida del poema sea más vital por vías distintas a las tradicionales.
  • Por una seria exigencia de investigación y de creatividad para acerarse con espiritualidad a los resultados.
  • Por querer trastocar los enunciados buscando un insistente no sé qué.

En la página 11 está la continuidad del poema en la misma versión de la 10, donde hay una ficción del español antiguo, luego está la versión en el castellano actual (en la 12). Es decir, cambió el orden.

Por los momentos continuaré la lectura dándole prioridad a lo que dice más cercanamente a mi oído por el camino de lo actual, y ya después trataré de llevar a cabo la lectura más del lado de la simultaneidad de estos poemas, donde una de las versiones está en los predios de lo arcaizante, en el sentido de lo que se dejó de decir, pero de alguna manera no explícita está presente en lo que se dice ahora de otra manera.

Por otro lado, no están muy claros los límites entre un poema y otro, aunque esa falta de claridad disminuye en la medida que nos familiarizamos con las versiones de un poema multiplicado.

Leo y transcribo:

no puedo cambiar
la hoja
la que de mí eternamente 
eres
ni tirar yo con toda mi fuerza
débil
a veces dañino
traidor y hasta cobarde

¿La pugna del autor con lo que dice, con lo que escribe en esa página atravesada por esas palabras que no terminan de decir lo que el poeta anda buscando y para colmo ubica el centro de la culpa en sí mismo?

Tú que eres grande
concédeme valor para cortarme la lengua
intención descaminada 
bájame la cabeza 
despreciable

Luce bien traer acá la versión que mira hacia el ayer, pues introduce, efectivamente, significantes que disparan la lectura hacia otros ámbitos interesantísimos, con sorpresas y significaciones renovadoras del significado del poema en versión del castellano actual:

Gran Grande
dame valor para parar luenga
meayo deskaminado
abacha la mi cabeza
estropajada

En ambas direcciones es una lucha con el autor y el otro que lo inunda. Su amparo; una figura dominante que está al norte de la brújula verbal y existencial. Un norte donde se pisa tierra firme en lo inconcluso de la poesía. Incluso, llega al extremo de solicitarle apoyo al querer cortarse lo que es lo suyo, de castrarse en el lugar de la escritura, y ese deseo de que le bajen la cabeza despreciable, tal vez señalando la dificultad para llegar al lugar de la pulpa palpitante de la sensibilidad, que no se deja atrapar ni decir ni envolver muy fácilmente. Regresando un poco a ese tema de lo inconcluso del poema, de esas versiones de versiones, de su condición de cuerpo abierto, de fragmentos en rotación, de cortes repentinos en la sintaxis de la vida, de escritura sin cierres que marquen la clausura del significado, mantiene muy a distancia la consideración de cierto afán de pesca en algún clasicismo, y dispara estas versiones hacia los dominios de una contemporaneidad afín a los laberintos del sinsentido.

justo pudiera ser
y que se entregue a una vida buena
vejez que sienta los campos
y palpe la tierra húmeda
que oiga el canto de gallos y gallinas

Parece venir esta estrofa de la derrota hipotética en el sitio del poema, y se dirija ese ser, finalmente, hacia un espacio bucólico de identidades inevitables, y en la desmemoria compasiva de antiguas ansiedades de las que salió con las páginas en la cabeza.

según me siento
me ordeno y observo
el entorno
quizá no sea tan obscuro el cielo
y tras la neblina
brille mejor otro cielo
por gran amor a las cosas
y vea una escalera que el 
                           pensamiento exige
que llega hasta mí
consciente
y sabré de esta forma
hasta la luz del día
que el hombre no está en el desierto
ni las aguas grandes de la vida sean
abrasantes

Momento de descanso, de serenidad, de reconciliación, de esperanza, cuando no se coloca el asunto en los extremos del fuego y el desierto. Que detrás de las apariencias hay otras posibilidades espirituales, y donde el amor juega un papel fundamental, pues por allí está el ascenso hacia los números pitagóricos del equilibrio.

Escribe el poeta y transcribo tres estrofas:

qué parte de mi cuerpo
es mayor que mi alma
si pudiera aprender si saber
fuese importante
si en esta pequeñez de ser hombre

pero no existe lectura
más allá de mi condición
de vivo

y por ahora es preferible
cerrar mi boca
que si Dios lo quisiera así
del mismo modo
tendría la respuesta

Poema donde las preguntas en el «si» condicional, no solo tienen lugar, sino que también le abren la puerta al entendimiento. Y lo hacen desde la perspectiva pascaliana de la efímera condición humana, desde las presunciones del Yo y de la compleja relación del humano con la divinidad. Pues el cuerpo engreído quiere pasar por encima del alma, y según leo acá, ninguna parte del cuerpo es mayor que el alma. Pero no se puede leer sino en el cuerpo, desde el cuerpo, desde la condición de vivo. Ante eso, algunas veces es preferible el silencio. No quitarse la lengua, sino escuchar.

Da la impresión por momentos de estar ante un poema con temperatura bíblica (o sea, que se siente esa Escritura en la piel del poema), de palabras donde lo religioso tiene una dimensión muy especial, donde hay un diálogo interior donde resuenan Palabras Sagradas. Lo que probablemente equivalga a pensar en que más allá de los restos en desorden, de las aporías de las incompatibilidades, hay un respiradero ontológico para el sentido.

no es quemante
el calor
más bien solanera
de adentro
fuertemente de adentro

que acomoda 
pensar y deseo
y después
adolorado [sic]
se inculpa
un mal paso de vida
donde hay y no hay
que quiere 
querencia 
sabiéndose casi
solombra
que contempla

Qué hermoso final con su rima interna, esa fe iluminada en el poema y una intención de amor que marca, que subraya, que acomoda nada menos que al pensamiento y al deseo. Y después esa solombra que contempla, ese sol en la sombra desde donde percibir lo que hay y lo que no hay. Ese acoplamiento y esa disparidad. Pares y nones. Veo entonces que «solombra» es exactamente la palabra del español antiguo para decir sombra, pero en una de las versiones de Pérez Só, la sombra se dice con N.

Esa expresión es muy de alto vuelo: la solanera de adentro, esa calor que se confunde a ratos con lo quemante del afuera y no lo es. Esa solanera, es «fuertemente de adentro», y es lo que uno generalmente encuentra en estos escritos: una interioridad muy elaborada:

no es de asadera
la kalor
mas bien solina
de dientro
bien bien de adientro

Escribe el poeta:

ahora
con la edad
rápidamente

debe ser la muerte
su cercanía
lo que veo
por momentos
de la muchachez del aire

como un nudo
en que la vida sea más vida

y no se me olvide
que ella está aquí
con igual fuerza aún
fresca
y no tiembla

Bueno, bueno, la poesía y sus regalos, la belleza y el saber, ¿no? Muchas cosas para escuchar y pensar en el límite mayor entre la vida y la muerte, y eso que ocurre con esta en la muchachez del aire, al modo de un estilo en el que no se termina de llegar adonde se quiere, sino que siempre hay una estancia adicional, un mientras tanto y además un todavía. En medio, asimismo, lograr un nudo donde la vida sea más vida. Y un nudo es aquello que une una cosa con otra, una palabra con otra, un verso con otro verso. Así es el poema.

Dice Pérez Só:

defendido debe estar de
la parte pequeña que se
oculta profundamente
y cuando la persigue
piensa que pudiese ser
con destellos
al levantarse de sí mismo
lee por entre la palabra
y se queda con sentimiento el dolor
escapado de la obscuridad
por el deslumbramiento
del rayo venido desde la ventana
a soledades se adentra
y en soledades se mantiene

O de cómo ir abriendo las cuevas y descubrir con atención máxima los destellos, las palabras y el dolor que ahora asciende como un rayo y a soledades se adentra y en soledades se mantiene. Y creo que esto hay que leerlo muy lentamente para escuchar los accidentes y el fluir de aquello que encontramos y estaba oculto entre las piedras. Es toda una reflexión metafórica de la subjetividad de quien escribe el poema y ella es a quien encontramos de cuerpo entero y con el alma en la mano.

Escribe el poeta con articulaciones que movilizan la atención y nos tocan de continuo con una tangible sinceridad de alma. Cito:

kizás no aigan almas tuertas
mas sento dientro de mi
desformado el korason
un abultado tristor ke no esta ido
sinon a los ojos katando

kizas non
mas la dolor deja mas que tristura
de bes en bes malogramiento
                                                      grande
eskurese los días
akedándome destèrado
de los míos

komo si malato estubiera yo
sin esperanza
nin la mezma enflorida
demanyana ke bame ablando
kedo kediko

Y en castellano actual dice lo siguiente:

tal vez no hayan almas con defectos
pero en mí siento
el corazón deformado
un enorme pesar que no se va
sino a los ojos mirando

tal vez no
aunque el dolor deja más que quebranto
de vez en cuando con gran malogramiento
obscurece los días
quedándome desterrado
de los míos

como si enfermo estuviera yo
sin esperanza
ni la mañana igual 
florida que me va hablando
quedo muy quedo

Es un alma que se ausculta, que se pregunta, que se confiesa buscando siempre lo más íntimo, lo más cierto. Más adelante dirá:

labios bien rojos
que han de irse
mientras deseo y ausencia
me van estragando el cuerpo

vete 
con tu belleza
a otra parte
camina que mis ojos
vienen mascullando ternura entre los dientes

Llegado a este poema quiero darle de nuevo las gracias a Reynaldo por haberme invitado a presentar su libro hace 24 años. Sobre todo, le agradezco su escritura de alto riesgo, su rigor interior y esa exigencia suya para ir más allá de lo común en la poesía, buscando lo más auténtico en la manera de ver, de sentir y de escribir.

Que cada quien lea y escriba su poema en la épica reflexiva que aquí le corresponda. Solo sabemos que en esta aventura partimos de unos textos que se preguntan y se contemplan con el propósito de la comunión y la verdad.

Miguel Alfonso Márquez Ordóñez (Caracas, 1955).

Realizó estudios de Filosofía en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Miembro cofundador del grupo Tráfico, director de Literatura del Consejo Nacional de la Cultura de Venezuela (CONAC), cofundador del Festival Mundial de Poesía de Venezuela, investigador de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG) y presidente fundador de la Editorial El perro y la rana. Entre sus obras se encuentran los libros de poesía Cosas por decir (1982), Soneto al aire libre (1986), Poemas de Berna (1992), La casa, el paso (1991), A salvo en la penumbra (1999), Linaje de ofrenda (2001) y Otras cosas por decir (2022).