El río o la memoria musical de Kristel Guirado

El más reciente libro de Kristel Guirado tiene por nombre: Tucutunemo, río de aguas espumosas, un breve y redondo poemario perteneciente a la colección Yo misma fui mi ruta del Fondo Editorial Fundarte.

Tucutunemo, río de aguas espumosas es un verdadero artefacto de sentido que parece combinar en su realización la meticulosidad de una orfebre perfeccionista, y la soltura de una voz que se deja fluir al ritmo de la música o del rumor del río.

La música es un elemento expresivo que la autora no sólo nos regala en sus versos, es mencionada como una referencia presente en todo el poemario que, de hecho, se subtitula “Pajarillo en dos estaciones”, y luego se divide en dos partes: “Estación de humaredas. 1er tañío” y “Paso de crecidas. 2do tañío”. Al leerlo somos testigos del tejido entre música y paisaje, música popular venezolana y terruño también venezolano. El título ya nos había avisado de la referencialidad geográfica tan patente y crucial en la obra: Tucutunemo, río de aguas espumosas, río que circunda el estado Aragua en Venezuela.

El espacio geográfico se despliega en cada poema -o cada pieza musical-, valiéndose del lenguaje para trasladarnos también en el tiempo. Hallamos entonces otro elemento clave del poemario: la memoria. La voz poética rinde homenaje a la presencia familiar, presencia atada a la geografía de un pueblo bordeado o atravesado por el río y sus climas.

Las mujeres de la familia son quienes sostienen la evocación. El poemario está dedicado “A Cabito, mi mamá, matriarca de la provincia que somos”. Luego se le dedican poemas a la hermana y a las tías. Asimismo, se avizora desde el inicio el juego entre la geografía y la memoria: “la provincia que somos…”. Los versos nos llevan a estadios del tiempo pasado, pero incrustados en la memoria que se aviva al circundar con el lenguaje el paisaje:

Y es que la adolescencia no se evapora

Sigue allí

Guarecida en el vaivén flotante de las hojas.

Un acierto del poemario es el uso de palabras quizá difíciles u osadas, mezcladas con soltura con palabras provenientes del habla popular, y con voces indígenas, que refuerzan la musicalidad y abonan a la riqueza sincrética y viva de la lengua propia. Así, “ardedura”, “galerías”, “adoquinado” se combinan con gracia con palabras como “peroles”, “corre corre”, “recovecos”, “karivana”.

La música es una presencia lúdica, estamos dentro de un pajarillo, golpe del joropo llanero que abreva de tradiciones españolas, indígenas y africanas. Así, la voz poética trae a colación el baile ritual africano del geledé, así como la danza española del fandango, mostrando con delicadeza las vertebras culturales de su propia evocación. También nos regala tonadas infantiles como “que llueva que llueva la vieja está en la cueva”, o cánticos rituales indígenas.

Los epígrafes son un elemento clave del poemario, al punto de cerrar con un epígrafe a manera de epílogo o “floritura”, en este caso de Eliseo Diego: “Y ahora es tiempo de levantarme y trazar mi amplio gesto diciendo: / Luego de la primera muerte, señores, las imágenes”. Con estos versos se reafirma la disposición de fluir hacia adelante, de futuro rumoroso como el río, siempre mediante la posibilidad sensorial que las imágenes –la poesía– pueden procurar en el ánimo.

Todo el poemario es un acontecer climático alrededor del río y su presencia absoluta para la mirada que rememora. El pasado disuelto en el barro del recuerdo hecho fogón, pared o techumbre, pero también el libro sucede como un acontecer afectivo, que recorre la sensación fundacional de la infancia, hasta proyectarse al futuro de la semilla.

La última dedicatoria del libro reza: “A   nuestros hijos, los jóvenes creadores”, cerrando además con la crecida del río, acariciando como lengua de agua, cada contorno, cada ánima, cada apuesta de futuro arraigado en la geografía musical de la memoria.

Krístel Guirado Zapata (Aragua, Venezuela, 1968)

Docente universitaria e investigadora. Licenciada en Letras, magister en Lingüística (Universidad Central de Venezuela) y doctora en Lingüística Hispánica (Universidad de Zaragoza, España). Ha publicado los libros Quebrantos (1993), Tacones lejanos (1995), Las Inútiles Rosas del Tiempo (1996), San Ignacio es un lugar común (1999), Los juguetes más grandes. Homenaje a Pablo Neruda (2006), Tres textos para teatro (2007), Amada Begoña (2012), Amapola duerme de día (2018), Árboles y abismos (2020) y Tucutunemo, río de aguas espumosas (2023). Actualmente preside la cooperativa de creación Túnel Diez, un proyecto para la edición de contenidos en diversas plataformas.

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